Tercer
capítulo en el que hemos dividido el artículo que da nombre a la serie Catalanes en Extremadura (1763-1872),
escrito por el Catedrático de Historia Moderna de la Universidad de
Extremadura, Miguel Ángel Melón, referido al asentamiento de diversas familias
catalanas en la ciudad de Cáceres en las medianías del siglo XVIII. Esta
tercera entrega que publicamos hoy está dedicada a las denominadas compañías de
comercio.
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Varias compañías se instalaron en la Plaza Mayor |
La creación de
compañías de comercio por parte de los catalanes supone un paso más en su
consolidación como grupo, es signo de la prosperidad que experimentaron y
testimonio de la diversidad que adquirieron sus negocios. Dichas entidades
comienzan a operar en Cáceres a finales del siglo XVIII, pero será durante el
primer tercio de la centuria siguiente cuando con mayor profusión desplieguen
su actividad comercial. Dado que no es mucha la documentación que de ellas se
conserva, la reconstrucción de la historia de estas entidades mercantiles se ha
llevado a cabo a través de testimonios indirectos generados, en su mayor parte,
por los problemas que se suscitaron en el momento de disolverse. Se llega así a
pormenorizar la existencia de once compañías de comercio cuyas fechas de
creación o sus integrantes no siempre consiguen determinarse con la precisión
que se quisiera. Son las siguientes:
- José Segura,
Hermanos e Hijo
- José Valentín
Segura, Hijos y Compañía
- Valentín Segura,
Hermanos y Sobrinos
- Juan Segura,
Hermanos y Sobrinos (f. s. XVIII-1818)
- José Segura y Tomás
- Simón Ferrer y Segura
- Juan Segura
- Francisco Segura
- Fernández Vilanova
(1817-1821)
- Herederos de Antonio Vilanova
- Casimiro Fernández
- José Segura,
Hermanos y Sobrinos (1818-1822)
- José Segura y Tomás
- Juan Ferrer y Segura
- Simón Ferrer y Segura
- Josefa Ferrer y Segura
- Mª. de la Paz Ferrer y Segura
- Segura Soler,
Hermanos y Compañía (1818-1828)
- Valentín Segura Soler
- José Segura Soler
- Isidro Guija
- Viuda de Segura
Tomás y Compañía (1825)
- Josefa Pujol
- Miguel Calaff y Ferrer
- Viuda de Segura
Tomás, Hermano e Hijo (1828)
- Josefa Pujol
- Roque Pujol
-Miguel Calaff y Ferrer
- Compañía de
comercio de Miguel y José Calaff y Ferrer (1832)
- Miguel Calaff y Ferrer
- José Policarpo Calaff y Ferrer
- Compañía de
comercio de Miguel Calaff y Ferrer (m. s. XIX)
- Miguel Calaff y Ferrer
- José García Vinuesa
- Vicente García Olalla
Se trata, en
la mayor parte de los casos, de compañías integradas por los primeros catalanes
que llegaron a Cáceres y por sus descendientes. No era habitual que dieran
entrada en ellas a individuos ajenos al tronco familiar, excepción hecha de la
fundada por los herederos de Antonio Vilanova, quienes incorporan al que había
sido su cajero, Casimiro Fernández, en atención a “su pericia e inteligencia en
el comercio, mediante de haver servido en este destino con el mencionado Don
Antonio Vilanova el tiempo de más de doze años, conduciéndose con entera
honradez, providad y pureza”. La otra excepción la protagoniza el todopoderoso
lanero Miguel Calaff y Ferrer, en cuya empresa figuran como socios durante la
segunda mitad del siglo XIX José García Vinuesa y Vicente García Olalla,
símbolo de la comunidad de intereses que se había dado entre los individuos procedentes
de otras migraciones, también selectivas, como la que tuvo su origen en los
Cameros logroñeses.
Estas
entidades comerciales traficaban con productos de la tierra y con otros de la
más variada procedencia y su radio de actuación raramente se limitaba al
siempre constreñido espacio regional. Madrid, Cataluña, Levante, los puertos
andaluces, vascos o portugueses eran punto de destino de sus mercancías, pero
también lugar de aprovisionamiento de los géneros que exponían en sus tiendas.
No obstante, y pese a darse en todas ellas unas características muy similares,
en cuanto a composición y funcionamiento, conviene analizarlas por separado
para fijar con detalle las peculiaridades de su configuración.
De la primera
sociedad mercantil formada por catalanes que recogen noticias fiables los
protocolos cacereños es de la denominada Juan
Segura, Hermanos y Sobrinos, cuya historia transcurre entre finales del
siglo XVIII y 1818, año de su disolución. Como fondo de la sociedad se
relacionan la casa número 17 del Portal Llano, en la Plaza Mayor, cinco
inmuebles urbanos y parte de otro que se utilizaba como fábrica de jabonería;
546 mrs. de participación repartidos entre las dehesas de las Capellanías,
Arenal de Delgadillo y Arenal de Loaísa; una parte del denominado “Olivar de
los catalanes”; algunas cabezas de ganado que no se especifican y una casa en
Sevilla, la número 19 del sitio denominado del Peladero. Dicho capital pasó ese
mismo año a formar parte de otra nueva sociedad, la José Segura, Hermanos y Sobrinos, integrada por José Segura y los
hijos de Simón Ferrer y Segura. Su duración se fija en un período de seis años,
a contar desde el 1 de enero de 1818, pero al poco de crearse esta sociedad, en
1822, se procedía a su disolución ante los problemas que atravesaba, llegando
sus socios a los compromisos que se relacionan a continuación:
1. Para la
separación de los fondos de la compañía “dispusieron de común acuerdo no se
hicieren balances para saber si había habido utilidades o pérdidas en la
Sociedad, tanto por estar todos creídos que probablemente más bien resultarían
pérdidas que utilidades, como de no hacerlos se seguía a todos mutua
comodidad”.
2. En virtud
de dicho acuerdo se convienen en aceptar como pago de sus haberes los géneros
de tienda, dinero y ganados que quedasen.
3. Pese a que
el capital de los hijos de Simón Ferrer y Segura en 1817 se tasó en 208.560 reales
en géneros, fincas y ganados lanares, convinieron recibir de su tío (José
Segura y Tomás) y de su hermano (Juan Ferrer y Segura) la cantidad de 146.882 reales
en los géneros expresados en el capítulo segundo.
4. Quedarían
para Simón, Josefa y María de la Paz Ferrer y Segura las rentas de las casas y
fincas percibidas desde el 29 de Junio de 1821, pero también de su cuenta y
riesgo correrían las 318 cabezas lanares que pertenecían por entonces a la
sociedad. Dicha cabaña continuaría administrada hasta la misma fecha del año
siguiente por José Segura y Tomás, quien abonaría a todos los interesados la
lana, el queso y las crías que hubiera hasta la partición.
5. Todos se
dan por pagados de lo que les correspondía de la sociedad, quedando las deudas
a cargo de José Segura y Tomás y de Juan Ferrer y Segura, a no ser que alguna
se hubiera originado con los negocios particulares de Simón Ferrer y Segura.
6. Por último,
se detallan las propiedades pertenecientes a Simón, Josefa y María de la Paz
Ferrer y Segura: cinco casas en la calle de Santa Bárbara y de la Santa Cruz,
procedentes de la extinguida compañía de Juan Segura, Hermanos y Sobrinos; la
parte de la casa que poseía en Sevilla y las rentas de yerbas que disfrutaban
en las mencionadas dehesas cacereñas.
Un año antes
del final y del principio, respectivamente, de estas dos sociedades eran los
herederos del comerciante catalán Antonio Vilanova quienes, en unión del cajero
de su padre, fundaban la Compañía
Fernández-Vilanova, según atestigua un protocolo del 26 de noviembre de
1817, con sede en el Portal empedrado de la Plaza Mayor de Cáceres y bajo las
siguientes condiciones:
1. El capital
inicial de la sociedad ascendía a 75.948 reales y 7 mrs., procedentes de
géneros de tienda (72.171 reales y 24 mrs.), valor de los mostradores y
estantes (1.455 reales), pesos y romanas (511 reales) y diferentes efectos de
la casa (1.810 reales y 17 mrs.).
2. La
aportación de Casimiro Fernández y su esposa era de 18.200 reales, a los que
venían a añadirse 57.748 reales y 7 mrs. de la menor Josefa Antonia Domínguez
Reyes, hija de Manuel Domínguez y Josefa Reyes, esposa ésta en segundas nupcias
de Casimiro Fernández y heredera también de Antonio Vilanova.
3. En
consideración a que todo el trabajo de la sociedad recaería en Casimiro
Fernández, a él corresponderían dos terceras partes de las utilidades y el
resto a los herederos de Vilanova. Se dispone que igual proceder se seguiría de
haber pérdidas y que todos ellos se mantendrían de los beneficios de la
sociedad.
4. Casimiro
Fernández se obliga a presentar todos los años el correspondiente balance “para
acordar en su vista lo que se crea conveniente para su maior fomento y
utilidades”.
5. Si Josefa
Antonia Domínguez Reyes falleciera antes de los nueve años, pasaría a formar
parte de la entidad hasta su finalización el también comerciante catalán Manuel
Busquet.
6. Por ningún
motivo podrían extraerse cantidades del fondo social de la compañía por
Casimiro Fernández o sus herederos durante los nueve años que especificaba el
contrato, y sólo se les autorizaba si lo necesitaban para su manutención o para
la adquisición de géneros de comercio, “para que de este modo se vaia
aumentando siempre el fondo de dicha sociedad y sean maiores por consiguiente
las utilidades”.
7. Al
disolverse, cada parte recuperaría sus porciones de capital y las ganancias
obtenidas, bien en efectivo o en géneros de tienda y bienes muebles.
La trayectoria
de esta casa de comercio se vería interrumpida de forma brusca con el
fallecimiento en 1819 de su principal impulsor, Casimiro Fernández. Las
noticias que se conservan sobre el asunto sólo permiten saber que el óbito se
debió a una “enfermedad contagiosa” sin determinar y que los rumores sobre el
posible contagio de los géneros de tienda se extendieron pronto por Cáceres,
hasta el extremo de que la venta de las existencias sólo podría efectuarse
después de pasado un tiempo, en secreto y a individuos forasteros. En octubre
de 1821 se procedía al finiquito de la sociedad, aceptando para ello unas
pérdidas de 7.458 reales y 23 mrs.
Del año 1825
data la creación de la casa de comercio nominada Viuda de Segura Tomás y Compañía, de la que formaron parte
inicialmente Josefa Pujol (esposa del difunto José Segura y Tomás), y su yerno,
Miguel Calaff y Ferrer. Al fondo social de la entidad pasaron los bienes
dejados por Segura y la dote de su esposa. Un tiempo después se admite en ella
al hermano de la viuda, Roque Pujol, quien aportó 64.666 reales y 24 mrs.,
dando origen a la compañía Viuda de
Segura Tomás, Hermano e Hijo. A partir de aquí se iniciaron las
desavenencias entre los socios hasta culminar con su disolución, ”por motivos
que no hay necesidad de referir”, pero que suponemos provocados por la falta de
entendimiento entre suegra y yerno. Ha de intervenir entonces el Corregidor de
Cáceres y en 1832, al no haberse realizado inventario y partición de los bienes
de José Segura, encuentran bastantes dificultades para repartir los créditos y
géneros de la tienda, “que tanto varían en especies y cantidades después de
pasados algunos años”. Tras mediar tres vecinos de la ciudad, se acuerda
inventariar lo existente en 1832 y deducir la dote de la viuda, para de ese
modo determinar el valor aproximado de los bienes heredados de José Segura y
Tomás y finiquitar la partición.
El 31 de enero
de 1828 concluía su andadura la entidad mercantil Segura Soler, Hermanos y Compañía, tras diez años de operar en
Cáceres como el segundo centro más reputado en los tratos de lanas y el mercado
crediticio. De ella formaban parte los hermanos Valentín y José Segura Soler y,
circunstancia poco frecuente según se vio, el también comerciante Isidro Guija.
La escritura que refleja su disolución únicamente señala que se llevó a cabo
“en razón a estar cumplido el tiempo por que se formó”, pero mucho me temo que
en tal decisión pesaran razones de otra índole. El convenio se materializó en
torno a estos siete puntos:
1. Quedaba
disuelta la compañía desde el último balance, concluido el 1 de agosto de 1827,
si bien hasta el 6 de mayo de 1828 no se procedería a su liquidación total.
2. Desde esta
última fecha se autorizaba a los socios a emprender libremente cualquier clase
de negocio, siempre y cuando no se usaran los fondos de la compañía ni se
sirvieran de sus dependientes.
3. Se
autorizaba a José Segura Soler a disponer de 15.000 reales anuales y lo que
correspondiera proporcionalmente de esta cantidad a Valentín Segura en relación
al capital por él aportado.
4. José Segura
pasaría a Cataluña y el 6 de mayo de 1828 debía presentarse en Cáceres, por sí
o mediante apoderado, para concluir la liquidación de la sociedad y la división
de sus bienes. De no hacerlo, se facultaba a la Justicia real ordinaria y a los
Jueces de la Real Audiencia de Extremadura para que designaran a las personas
que representaran a ambos socios.
5. Como los
bienes de la sociedad pertenecían a los dos hermanos, quedaba separado de ella
Isidro Guija, previo pago del sueldo que le correspondiera por su trabajo.
6. Se permitía
a Valentín Segura y su familia permanecer en la casa tienda de la sociedad,
mantenidos del fondo de la misma, pero siendo de su cuenta “calzar, vestir,
maestros, diversiones e instrumentos”.
7. Al regreso
de José Segura de Cataluña se le abonarían, si no comiera en la casa de la
sociedad, seis reales diarios hasta finales de julio de 1828.
Pese a todo lo
estipulado, no tardaron en sobrevenir las diferencias entre ambos hermanos, a
las cuales quiso permanecer ajeno Isidro Guija por expreso deseo. Se conviene
para ello “en separarse absolutamente, como desde ahora se separa, de todos los
derechos y acciones que puedan corresponderle en el concepto de tal socio,
tanto por las reclamaciones del capital que introdujo en susodicha compañía sin
utilidades o pérdidas, como por los salarios y manutención de su mujer y
familia, como también lo que por qualquiera otro concepto pueda resultar”. De
esta parte del acuerdo sólo consta que lo cumpliera Valentín Segura, previo
compromiso de entregarle 7.630 reales en un año. Estas son las últimas noticias
que he localizado en Cáceres a propósito de las compañías comerciales formadas
por catalanes, tras el vaciado sistemático de los fondos de los escribanos ante
los que habitualmente registraban sus escrituras y de cuantos protocolos
notariales se conservan hasta mediados del siglo XIX.